Parece la final el mundo. La madre de todas las batallas. Pero es solo una elección de legisladores de un distrito. ¿Por qué los comicios del domingo en la ciudad de Buenos Aires ganaron centralidad absoluta en la política argentina? Primero porque es la capital del país, sede del poder económico y mediático. Pero además, porque al adelantarla de las nacionales los Macri –Jorge y Mauricio– y al involucrarse con todo y nacionalizarla el gobierno de Javier Milei, la convirtieron en una pulseada clave por el liderazgo de la centroderecha argentina.
Así las cosas, el que más tiene para perder es el PRO –oficialismo en el distrito–, que si sale tercero quedará en riesgo de convertirse en un partido residual, con sus dirigentes haciendo cola para pasarse a La Libertad Avanza. Eso pone al gobierno nacional entre los que más tienen para ganar. Pero también al kirchnerismo, que ante la fragmentación del antiperonismo puede alzarse con un triunfo histórico que le devolvería algo de fe luego de los malos resultados en las elecciones provinciales anteriores y plantearía un liderazgo alternativo al de Cristina Kirchner y Axel Kicillof: el del (ex) radical Leandro Santoro.
No le preocupa eso demasiado a Milei, para quien vencer a Macri, que lejos de los tiempos de las milanesas en Olivos se convirtió ahora en su enemigo íntimo, sería suficiente. Sabe que si se consuma ese resultado será cuestión de tiempo que los dirigentes amarillos de la provincia de Buenos Aires empiecen a golpear la puerta de Karina Milei para dar la batalla con Kicillof y Cristina en el bastión del kirchnerismo.
Si además Manuel Adorni derrota a Santoro, será directamente un batacazo, un resultado que desatará una fiesta libertaria. Porque allanaría el camino hacia octubre, cuando pretende aumentar significativamente su representación parlamentaria a nivel nacional y en la que muy probablemente ponga a jugar como candidata a senadora a otra figura de muchísimo peso: la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Con ese objetivo en la mira, el vocero presidencial se dedica en esas horas a anunciar "buenas noticias". Este martes fue la baja de aranceles que abaratarán celulares y otros productos electrónicos, entre ellos consola de videojuegos, una apuesta al voto joven. Este miércoles será un índice de inflación de abril que a pesar del fin del cepo será más bajo que el de marzo. Y el jueves una suerte de blanqueo permanente para que los argentinos vuelquen al consumo los dólares que tienen debajo del colchón. La receta de campaña de acá a octubre, como escribió el periodista Marcelo Falak, está clara: dólar quieto, desinflación y el sueño del iPhone nuevo.
A Mauricio Macri se le va la vida política en las elecciones del domingo. Por eso se pegó como estampilla en los últimos días a su candidata, Silvia Lospenatto. La diputada nacional hizo de la victimización por la caída de su proyecto de ficha limpia –una maniobra de la que Milei no consiguió despegarse– y de la lucha contra la corrupción su principal bandera.
Una clave del resultado está en el impacto electoral que tenga el escándalo de lo ocurrido en el Senado por el súbito cambio de voto sobre el proyecto ficha limpia de los representantes de Misiones, que hasta ahora jugaron a favor de Milei en todas las batallas legislativas que libró, desde la ley bases al pliego para la Corte del juez Ariel Lijo.
La pregunta es: ¿cuántos “ñoños republicanos” –nueva descalificación de Milei a los que le reclaman calidad institucional– hay en la Ciudad de Buenos Aires? La suerte de Lospenatto, que se calificó a sí misma como tal, depende de eso, ya que la gestión de Jorge Macri como jefe de Gobierno porteño no es justamente un activo a mostrar.
Santoro, en tanto, va por el voto histórico del PJ, que en la Ciudad de Buenos Aires oscila entre el 25 y el 32 por ciento. Tiene riesgo de fugas, porque hay otras dos opciones peronistas: la del dirigente del Movimiento Evita Juan Manuel Abal Medina y la del morenista Alejandro Kim.
Pero si es por eso, más complejidad afrontan Adorni y Lospenatto por la fragmentación del antiperonismo. El primero porque Ramiro Marra, del grupo fundacional de La Libertad Avanza pero expulsado por Karina Milei va por afuera, y la segunda porque se postula el ex jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. Pero además, hay una lista radical que responde a Martín Lousteau, que postula a Lula Levy, mientras que la Coalición Cívica de Elisa Carrió lleva como candidata a Paula Olivetto. Y, como si fuera poco, el MID de Oscar Zago, que se fue del bloque de diputados nacionales libertarios, pone a jugar a un outsider que si algo sabe es zafar del fondo de la tabla: el director técnico Ricardo Caruso Lombardi.
El Frente de Izquierda, en tanto, también es de la partida y lleva de candidata a Valentina Biasi.
Tanta pasión de la dirigencia, tanto dinero y energía parecen desmedidos para lo que está en disputa: la mitad de las bancas de una Legislatura. Y contrasta con la, al menos es lo que sucedió en las provincias en las que se votó hasta ahora, apatía de la ciudadanía. Nada indica que haya un interés fenomenal de los porteños en lo que debate la política –gobierno supuestamente anticasta incluido–, que siente que juega la final del mundo.