Lo que el gobierno nacional quería evitar al final sucedió. El balcón de seis metros cuadrados de Cristina resultó más relevante en la discusión pública que la Casa Rosada, el viaje a Italia del presidente o el Congreso de la Nación.
“¿Puedo salir al balcón o no?”, preguntó la ex presidenta al juez que le concedió la prisión domiciliaria. El balcón es parte del departamento. La lógica indica que prohibírselo equivaldría a impedirle entrar a un dormitorio. Por eso las resoluciones judiciales que conceden prisión domiciliaria no se detienen en esa minucia.
Por ejemplo, cuando el juez federal de Rosario Marcelo Bailaque empiece a cumplir, si es que ese momento llega algún día, la orden de prisión preventiva domiciliaria que pesa sobre él, ¿le pedirá a su colega Rodríguez Da Cruz una aclaración sobre si puede asomarse al balcón? Lógicamente que no. ¿A quién le importa si se sienta a tomar mates en el balcón mientras cumple el arresto?
Lo que ocurre es que hay balcones y balcones. El de Cristina condiciona a sus adversarios políticos y los fuerza a posicionarse a favor o en contra, desquicia al periodismo militante que la quiere tras las rejas y copa la conversación pública.
¿Cómo logra eso la expresidenta? Su fortaleza radica en la capacidad de convocar y movilizar a una minoría intensa que mantiene un vínculo emocional con ella y que prevalece por encima de cualquier adversidad. Es un capital considerable en medio de la desmovilización generalizada de la política y la atomización de los partidos políticos. En ese contexto, Cristina deja claro que seguirá haciendo política aún presa y desde cualquier balcón, sea el de su departamento o uno virtual desde Parque Lezama. No importa el cómo, sino mantener vivo el vínculo entre la líder y sus seguidores.
¿Entonces Cristina puede hacer lo que quiera porque tiene seguidores? Claramente no. Al margen de las opiniones que se tengan del proceso judicial que la llevó a la condena, la ex presidenta debe cumplir ciertas pautas. Jugar al fleje cómo es su estilo tiene riesgos y a ella no le sobra nada. Por eso el mismo viernes le pidió a sus seguidores que no fueran a su casa.

Puertas adentro del kirchnerismo duro parece haber movimientos desde que se concretó la detención. El protagonismo de Máximo Kirchner las últimas semanas y su inusual aparición en los medios quizás obedezca al intento de Cristina por delegar en su hijo el mando de un espacio político que, minoritario como es y golpeado como está, discute de igual a igual con cualquier otro espacio del peronismo.
¿A quién le sirve la centralidad de Cristina?
La expresidenta conquista centralidad aún en la derrota. Despliega todo su oficio político y hace malabares con sus fichas devaluadas para que no puedan ignorarla ni olvidarla. Es más, la necesitan. Milei, Macri y la UCR son el antikirchnerismo, definen su identidad a partir de ahí y entre ellos mantienen una lucha encarnizada por el liderazgo de ese polo electoral que ha demostrado ser mayoritario. Dicen que quieren dejar atrás el kirchnerismo, pero ¿cómo sería si mañana el kirchnerismo desapareciera de la escena política y debieran vivir de lo propio exclusivamente?
“Lo único que tengo claro es que la suerte de CFK es inversamente proporcional a la del peronismo”. La frase es autoría de un dirigente peronista que nunca simpatizó con el kirchnerismo y arrastra un dejo de amargura por la “inoportuna” decisión de la Corte de enviar a prisión a la expresidenta. Cristina en el centro de la escena posterga el cambio de etapa en el peronismo.
Según el consultor político Gustavo Córdoba, “la polarización en Argentina era extrema y desde la detención de la expresidenta es más extrema aún”. “Esto termina por desmoronar la ya devaluada avenida del medio”, afirma, apoyado en los gráficos de su última encuesta, que le muestran una opinión pública brutalmente partida en dos.
El que no polariza pierde
En Santa Fe la polarización discursiva está a la orden del día. El gobernador Maximiliano Pullaro posiciona a su gobierno y a Unidos enfrente del “kirchnerismo” cada vez que tiene oportunidad. En las provincias, los oficialismos diferencian kirchnerismo y peronismo porque les resulta útil para justificar acuerdos políticos o de gobernabilidad con sectores del PJ que reniegan del espacio que lidera Cristina. Por caso, en Santa Fe el perottismo aportó para la reforma constitucional y los senadores del PJ para el endeudamiento.

Pullaro no tiene contradicciones en este punto. Asume que es de un lado o del otro. Como conductor político, su función no es analizar las irregularidades del proceso contra Cristina o por qué la Justicia federal usa doble vara con Macri o Milei. Su electorado se ha desentendido de la suerte de la ex presidenta hace muchos años y él representa eso.
Además, también en Santa Fe el antikirchnerismo es un espacio de disputa. Los libertarios fracasaron en la elección provincial de constituyentes pero en Rosario encontraron un candidato competitivo.
El último informe del consultor político rosarino Roque Cantoia describe a Juan Aleart como un candidato que en las primarias hizo valer “sus atributos personales más que la marca y la ideología, lo que le permitió disputarle y ganarle a Unidos en las seccionales 1 a 8”.
Es interesante esa descripción, porque si se analiza el mensaje de Aleart para el domingo que viene, podría agregarse que ahora sí va en busca de que la marca “Milei” y la ideología “antikirchnerista” y “antisocialista” le sumen un plus.
La necesidad de meter a Milei en la elección local está directamente vinculada a la aparición de Maximiliano Pullaro en la campaña de Carolina Labayru. El gobernador se puso al hombro la campaña tras el decepcionante resultado de Unidos en las primarias. Ya probado que la gestión municipal y el perfil que se buscó tallar de la candidata no la potenciaron, la apuesta pasó a ser vincularla y fortalecerla con Pullaro, el rumbo de su gestión y los atributos que se le reconocen en Rosario, principalmente el notable cambio en materia de seguridad pública y el plan de infraestructura que está en ejecución.
El acto y la fiesta popular del Día de la Bandera fueron en esa línea. Los discursos de Pullaro y Javkin pusieron en valor los logros en materia de seguridad y cuestionaron en duros términos “el abandono” y la falta de compromiso de “los gobiernos kirchneristas”. Javkin dio por hecha la “resurrección” de Rosario y Pullaro habló de un segundo momento tras la estabilización y baja del delito que se carcaterizará por el despliegue de infraestructura pública.
Como la oposición pegó el faltazo (parece que ni siquiera fue una decisión acordada, simplemente no fueron por diferentes motivos) al acto oficial, con excepción del senador Marcelo Lewandowski, el diputado Miguel Rabbia y una concejala de La Libertad Avanza, nadie contradijo esa pintura oficialista de la Rosario de 2025. El resto lo hicieron los contingentes escolares de todo el país que a lo largo de la semana desfilaron por el Monumento y la masividad de la fiesta popular del 20 de Junio como hacía años no se veía.
La elección de Rosario
Difícilmente la lista de Unidos salga del tercer lugar en el que quedó en primarias. El objetivo del oficialismo es recuperar parte del terreno perdido, de modo que Aleart y Monteverde no se escapen tanto. Ambos ya están lanzados a pelear la Intendencia en 2027, por lo tanto achicar la brecha es esencial para que Unidos conserve posibilidades de retener la ciudad dentro de dos años.
Es una de las razones por las que Pullaro no se desentendió de la suerte electoral del intendente Javkin y su candidata. Corre el riesgo de que Labayru no recupere terreno y que el resultado sea tan malo como en abril. En cambio, si la perfomance mejora, habrá quedado claro que si Unidos tiene alguna chance de retener el gobierno municipal será con la conducción de Pullaro y con las partes de Unidos tocando la misma melodía, a diferencia de lo que ocurrió en este turno electoral, donde el PRO y el socialismo prácticamente no tienen juego, lo que abrió la fuga de votos hacia Aleart y Monteverde mayormente.
Juan Monteverde se vería favorecido si Unidos recuperase terreno. Cuanto más crezca Labayru menos posibilidades de crecer tendrá Aleart. Monteverde optó por una estrategia electoral de menor exposición que en otras elecciones, pero siempre con el intendente Javkin y los déficits de la gestión municipal en la mira. Desde el áspero mano a mano por la Intendencia en 2023, quedó claro que el adversario de Javkin en Rosario es Monteverde, por lo cual recrear esa polarización debería ser en beneficio mutuo.
Sus chances de crecer descansan en el panperonismo, los nuevos votantes si los hubiera y las expresiones de izquierda que no superaron el piso mínimo para pasar a la elección general. A su vez, el acuerdo entre Ciudad Futura y el peronismo es orgánico y tiene escala provincial, por lo que en Rosario luce más consolidado que hace dos años, lo que le facilitaría retener los 27 mil votos que obtuvieron las otras listas que compitieron con él en la primaria.
Sin embargo, al margen de las proyecciones políticas, la baja participación que se registró en abril en abril en Santa Fe y se repitió en el resto del país sigue siendo el dato sociológico más preocupante, porque se supone que hay entre un 40 y 50% de la población que no encuentra una motivación para votar.