El síndrome del comedor nocturno (SCN) es un trastorno de la alimentación poco conocido pero cada vez más frecuente. Se caracteriza por una ingesta excesiva de alimentos durante la noche, especialmente después de la cena o incluso durante despertares nocturnos. Quienes lo padecen suelen tener poco o ningún apetito por la mañana, pero una necesidad imperiosa de comer en las últimas horas del día, a menudo acompañada por insomnio o despertares recurrentes.
Según especialistas en nutrición y salud mental, el SCN está estrechamente relacionado con el estrés, la ansiedad y los hábitos de vida desorganizados. En tal sentido, el cuerpo no solo busca alimento por hambre, sino también por compensación emocional. En la noche, cuando baja la actividad, muchas personas canalizan sus emociones a través de la comida.
A diferencia de un simple antojo nocturno ocasional, el SCN implica una alteración persistente del patrón alimentario y puede tener consecuencias importantes para la salud. Estudios han vinculado este síndrome con el aumento de peso, trastornos metabólicos, diabetes tipo 2 y un mayor riesgo de depresión.
Identificar el síndrome del comedor nocturno
Entre los signos más frecuentes se encuentran:
-Falta de apetito durante la mañana.
-Ingesta del 25% o más del total de calorías diarias después de la cena.
-Despertares nocturnos acompañados por episodios de comida, generalmente rica en carbohidratos.
-Sensación de pérdida de control sobre la alimentación durante la noche.
-Trastornos del sueño o insomnio crónico.
Prevención y tratamiento
Evitar el síndrome del comedor nocturno requiere un abordaje integral que combine cambios de hábitos, apoyo psicológico y, en algunos casos, tratamiento médico. Algunas recomendaciones clave incluyen:
-Establecer rutinas regulares de alimentación, incluyendo un desayuno equilibrado para activar el metabolismo desde temprano.
-Dormir adecuadamente: crear una rutina de sueño y evitar pantallas antes de acostarse puede reducir la ansiedad nocturna.
-Identificar los desencadenantes emocionales: llevar un diario alimentario o acudir a terapia puede ayudar a reconocer si el hambre es fisiológica o emocional.
-Evitar ayunos prolongados durante el día, ya que pueden fomentar la sobreingesta por la noche.
-Practicar técnicas de relajación como la meditación, el yoga o ejercicios de respiración profunda para disminuir la ansiedad.
Con un apoyo adecuado, las personas pueden recuperar el control sobre sus hábitos alimenticios así como mejorar su calidad de vida. El síndrome del comedor nocturno sigue siendo un reto para muchos profesionales de la salud, pero el primer paso es visibilizarlo. Reconocerlo como un problema real es clave para buscar soluciones y prevenir consecuencias mayores.