La fiebre amarilla es una enfermedad viral que causa síntomas como fiebre, escalofríos, dolores musculares y fatiga. En casos graves, puede provocar hemorragia interna, insuficiencia hepática e ictericia, y puede ser mortal sin el tratamiento adecuado. Se cree que infecta a unas 200.000 personas cada año y mata a 30.000 de ellas. Nuevos estudios alertan sobre el potencial peligro de esta afección.

La enfermedad se propaga principalmente a través del mosquito Aedes aegypti, que prospera en las ciudades. A diferencia de otras enfermedades transmitidas por mosquitos, el virus de la fiebre amarilla se propaga fácilmente entre humanos debido a la alta cantidad de virus en la sangre de las personas infectadas, según publicó el medio británico The Sun.

Históricamente, la fiebre amarilla fue endémica en partes de África y América del Sur y Central, pero las vacunas y el control de mosquitos ayudaron a controlarla. Sin embargo, la enfermedad está resurgiendo en África debido a la vacunación inadecuada y al deficiente control de los mosquitos.

Los científicos advierten que la fiebre amarilla podría propagarse a la región de Asia y el Pacífico, que tiene poblaciones grandes y vulnerables. El riesgo es mayor que nunca debido al aumento de los viajes globales. En 2019, más de cuatro mil millones de personas volaron, muchas de ellas entre áreas donde el virus de la fiebre amarilla es común y lugares donde los mosquitos podrían propagarlo.

Una pandemia de fiebre amarilla podría ser devastadora, causando una crisis de salud pública. Los expertos llaman a una mejor distribución de vacunas y control de mosquitos para prevenir un posible brote. La vacuna contra la fiebre amarilla otorga inmunidad de por vida, pero es escasa. "Tenemos que actuar ahora", concluyen los científicos.