La Cámara Federal porteña confirmó este martes el procesamiento de Cristian Miguel Rivaldi, el agente de la Policía Federal que roció con gas lacrimógeno a una nena de nueve años y a su madre durante la represión ejercida en una marcha de jubilados que tuvo lugar en el Congreso el 11 de septiembre de 2024.
Rivaldi, integrante de la División Doucad de la Policía Federal, había pedido su sobreseimiento tras negar las acusaciones en su contra y asegurar que durante el operativo en cuestión “cumplió órdenes” de superiores.
Entre otras cosas, a través de un escrito, había manifestado que no vio a la niña de nombre Fabrizia durante la marcha y que, durante esa jornada, imperó un clima de “violencia” en “forma constante” por lo que, a través de la radio policial, recibieron órdenes “con disposiciones tales como «avance, disperse a los revoltosos y liberen la calzada»”. El operativo estuvo conducido políticamente por Patricia Bullrich, que en aquellos días negó la actuación policial y llegó a afirmar que “nadie gaseó a la nena”.
El efectivo fue imputado por abuso de autoridad y lesiones leves, y quedó así en condiciones de ser enviado a juicio oral. Además, la Cámara ratificó el embargo de 500 mil pesos sobre los bienes del imputado.
Según sostuvieron en su resolución los jueces Leopoldo Bruglia, Mariano Llorens y Pablo Bertuzzi, Rivaldi “arrojó intencionalmente dicho gas lacrimógeno contra dos mujeres, una de ellas menor de edad, que se encontraban en el suelo y no representaban ningún riesgo para la autoridad”.
Sobre el argumento de la defensa que sostiene que Rivaldi no vio a la menor y a la madre por la cantidad de gente que había, los jueces señalaron que “queda desvirtuado por las propias imágenes registradas, en las que ambas pueden ser identificadas sin dificultad y se advierte, además, la proximidad del imputado respecto de ellas”. Además, Rivaldi “tenía levantado el protector visual de su casco –circunstancia que no solo se aprecia en los registros fílmicos, sino que también fue reconocida por él mismo–, así como el hecho de que, instantes antes de arrojar el agente disuasivo, se escuchan notoriamente los gritos de manifestantes advirtiendo sobre la presencia de una niña”.