No generó hasta ahora mucho debate entre especialistas y grupos de interés. Ni generó ya no debate sino simple conversación en los grupos de amistad, en las redes sociales, en las conversaciones con quienes conducen taxis o prestan servicio de Uber, en la cola del supermercado, en los programas de radio y TV para el público general.
¿Será que los temas que toca no son importantes? Difícil de creer. ¿Acaso discutir sobre qué hacer con la educación, con la salud, con la seguridad, con el ambiente, con el reconocimiento y los cuidados de las personas en su diversidad, con la elección de quienes hacen las leyes y gobiernan, con la administración de justicia, con los derechos de las ciudades es poca cosa?
¿Será que la comunicación pública es deficiente? No parece el caso. El gobierno provincial puso en marcha un sitio web sobre la reforma constitucional, con acceso a los temas, proyectos, convencionales, formas de contacto y transmisiones en tiempo real del trabajo convencional. Los medios de comunicación más consumidos por el público local hacen un seguimiento diario de la Convención con sus principales periodistas políticos y tienen una sección especial en sus sitios webs con valiosos recursos.
¿Tal vez sea que la sociedad no está en condiciones de discutir y proponer ideas? La realidad es lo contrario. La UNR y otras universidades públicas de Santa Fe llevan adelante observatorios, encuentros de especialistas y producciones audiovisuales para la reforma. Una gran diversidad de organizaciones sociales y factores de poder –pueblos originarios, diversidades sexuales, iglesias, ambientalistas, sindicatos, organizaciones agrarias y empresarias, entre muchas otras– se reúnen para discutir aspectos de la reforma y presentar proyectos de artículos (todos pueden conocerse en https://www.santafe.gob.ar/ms/reforma-constitucion/).
¿Será que las y los convencionales son mediocres? Pero son algunas y algunos de los referentes más importantes de la actualidad política: el gobernador, legisladoras y legisladores experimentados, candidatas y candidatos potenciales a jefaturas diversas con conocimientos específicos, capaces de razonar y con sentimientos e intenciones más o menos nobles, no muy lejos de lo que somos. ¿Acaso la reforma sería más convocante si entre las y los convencionales estuviera el Che Guevara, Leopoldo Lugones, Alicia Moreau de Justo, Alfonsín o Evita?
¿Será entonces que la convocatoria es muy cerrada y limitada? Más allá de que ya vimos que los temas son muchos e importantes, el diseño “cerrado” fue el caso también en la reforma nacional de 1994 y, sin embargo, fue una reforma rica y viva, con impacto en la opinión pública.
Probablamente algún otro tema hubiera generado más interés en la opinión pública. Siempre se puede mejorar la comunicación. Las instituciones educativas y las organizaciones de la sociedad civil podrían profundizar su trabajo reflexivo y propositivo y, sobre todo, su vinculación transversal. Indudablemente las cualidades de las y los convencionales hacen diferencia y seguramente un diseño de la convocatoria más abierto hubiera generado más atracción.
Pero el encapsulamiento de la reforma se vincula más con el estado de la cultura política de hoy, esa manera de pensar, hacer y sentir política que se corresponde con un régimen democrático representativo que desde sus principios no estuvo pensado para la participación popular más allá de las elecciones, como lo mostró Bernard Manin en “Metamorfosis de la representación”.
El principio liberal de distancia como filtro que defendió con éxito Madison para la Constitución de Estados Unidos de 1776 (Constitución que se volvió ejemplo de las constituciones liberales para el mundo) se ha convertido en un abismo, donde la política ya no parece capaz de ofrecer futuros alternativos.
La delegación para disfrutar de la vida privada de la que hablaba Benjamin Constant se ha transformado en autoencierro, donde la energía cívica se consume en la autopromoción y la supervivencia individual.
La deliberación representativa, esa bella idea de intercambio transparente de razones para construir algo superior, se ha vuelto un espectáculo tecnocrático y autorreferencial.
El "encapsulamiento" de la convención, por tanto, no sería un fallo de su convocatoria o de sus integrantes, sino la manifestación local y concreta de una cultura política global que ha llevado el principio de la distancia representativa a un punto de quiebre, donde ya no funciona como un filtro virtuoso sino como un muro que separa dos realidades que apenas se tocan.